Estoicismo para la mente

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Estoicismo para la mente

Por L.J Tang

 

Este es el segundo artículo de una triada dedicada a la constitución física, mental, y espiritual, del practicante.

La mente del hombre define su predisposición a lo inferior o superior, la claridad de sus pensamientos facilita la irrupción de la luz de su espíritu, para así inclinarlo a la búsqueda por lo trascendental. En el caso de un practicante que se halle en la peregrinación por los senderos más elevados de la brujería, yendo mucho más allá de sus aspectos operativos, innegablemente importantes pero que son una parte de un esquema más amplio, será necesario que eduque su mente, para convertirle en una aliada, so pena de que se constituya como la peor enemiga.

Una de las mejores alegorías acerca del control mental que he leído en mis años de ejercicio del Oficio, y que uso reiterativamente como ejemplo pues es, hasta ahora, insuperable, la encontramos de la mano de Papus, en su Tratado Elemental de Magia Práctica, donde nos dice:

Cuando la cólera nos exalta hasta el punto de perder la cabeza, la sangre sube al cerebro, es decir, desbócase el caballo y ¡pobre del cochero si no tiene los puños firmes! Entonces lo que le conviene es no abandonar las riendas, tirar de ellas con energía, sí fuere necesario, y poco a poco, reducido el animal por estas manifestaciones de poder, recobra la calma. Algo idéntico ocurre en el hombre: su cochero, o sea la voluntad, ha de influir vigorosamente sobre el sentimiento de cólera; las bridas que atan la fuerza vital a la voluntad, deben mantenerse en tensión y el ser recobrará pronto su sangre fría. (Tratado Elemental de Magia Práctica, p.17).

La mente es un corcel, repleto de virtualmente infinita potencialidad, que sin control puede llevarnos a un precipicio, a la perdición; empero, si dominamos su galope con las riendas de nuestra voluntad, le podremos encaminar por los hermosos senderos de la razón, la magia, y lo eterno, para que nos regrese una vez más a la casa de la cual emanó nuestro espíritu.

Alcanzar el dominio de la mente pasa por diferentes aspectos, y múltiples tradiciones tienden a defender variopintas aproximaciones, aunque se hermanan en puntos cruciales, por ejemplo, tanto el misticismo de la india, como el sufismo islámico, coinciden en que la respiración es fundamental para ubicarse en el tiempo presente, y evitar que la mente divague, aunque esta aplicación es más pertinente en el seno de las practicas meditativas, no necesariamente en los momentos cotidianos. Aunque me referiré brevemente en este articulo al papel de la mente en la praxis contemplativa, quiero abordar primero que nada el estado mental general del individuo.

En mi artículo previo, la Apología del Cuerpo, comentaba acerca de ciertas decisiones poco saludables en las cuales la sociedad moderna se encuentra inmersa, siendo la alimentación una de ellas; el comer sustancias con efectos nocivos, inmediatos o a largo plazo, así como su ingesta excesiva, e incluso el entregarse constantemente, y sin precaución, a los estímulos sexuales, responde en su conjunto a compulsiones nacidas del instinto bestial que yace en todos nosotros, lo positivo es que toda compulsión puede ser refrenada, y suprimida, si la mente se encuentra atenta; ciertamente, la característica fundamental que nos diferencia de los animales, reino del cual somos parte también, es el ejercicio de la razón, sin ella descenderíamos a los disfrutes del simio o el cerdo.

De modo que, si anhelamos que nuestra mente pueda tener la fuerza suficiente para reconocer, y detener, nuestras compulsiones básicas, deberemos otorgarle no solo una férrea educación intelectual, que le proveerá herramientas para discernir, conocer, y prevenir, sino también enmarcarla en una cosmovisión que sea campo fértil para la persecución de asuntos de importancia, que en nuestro caso apuntan claramente al estudio de lo oculto, la magia, y la divinidad.

Sin duda la filosofía, con su ferviente enaltecimiento de la razón, y su indagación para elevar al hombre hasta su culmen intelectivo, supone un lugar en el cual podemos buscar auxilio para satisfacer nuestras esperanzas por una mente sublime. Aunque hay diversas escuelas filosóficas a las cuales un practicante puede suscribirse, en mi experiencia, forjada a través de años y sinsabores, descubrí que es el estoicismo aquel que mejor compagina con alguien que no solo desee refinar su comportamiento, pulir su voluntad, dominar sus emociones, dirigir su mente, sino que también se dedique con grandes esfuerzos a la magia y el misticismo.

Concédame el lector su indulgencia, mientras hablo un poco de asuntos históricos, pues requerimos algo de contexto.

La creación de la Escuela Estoica, entendida como el movimiento filosófico que ha concatenado diversas voluntades a los largo de los siglos, se le adjudica a Zenón de Citio (llamado también Zenón el Estoico), quien le dio principio en el s. III a. C.; la base del estoicismo es vivir con virtud de acuerdo a las leyes de la naturaleza, pues existe un fuerte hincapié en la presencia de una fuerza inteligente, y racional, que rige todas las cosas, y que suele ser comprendida como Necesidad, no infrecuentemente vista como la Naturaleza misma. Para los estoicos la existencia de los dioses era un hecho, y los más célebres fueron todos politeístas, algo que funge de agradable aliciente para muchos practicantes.  Entre los más conocidos estoicos nos encontramos a Crisipo de Solos, heredero de Zenón; Posidonio [de Apamea], uno de los grandes responsables de introducir el estoicismo en Roma, y que encontraría entre las mentes romanas más descollantes, por tradición amantes de la sobriedad y austeridad, un firme asidero; el parco Catón el Viejo, y su bisnieto, Catón el Joven, obstinado conservador quien, de acuerdo a Plutarco, usaba túnicas negras para contrariar la opulenta moda del purpura, y que se opuso fieramente al ascenso dictatorial de Julio Cesar, quitándose su propia vida al enfrentar la derrota a manos del breve monarca; Epicteto, quien inició siendo un esclavo, característica que le otorga gran valor entre todos los estoicos, pues en las condiciones menos ideales supo mantenerse dueño de sí, y cuando alcanzó la libertad sabía que toda amargura es pasajera, y todo lujo innecesario; el senador romano Seneca, de ilustre genio; y tal vez el que ha alcanzado mayor popularidad, el emperador Marco Aurelio, tenido como el último gran estoico.

De todos los personajes mentados, probablemente Séneca y Marco Aurelio son los de más fácil acceso para quien desee comprender los principios del estoicismo, y ciertamente la obra legada por ambos es lo suficientemente completa para servir como solida fuente de estudio. Ambos hombres defendían la necesidad del control frente a la adversidad; el rechazo a las pertenencias innecesarias, la aversión por la fama, siempre breve; la resiliencia sin quejas; el ser útil y bueno; además de un ejercicio permanente de las virtudes, como Verdad y Templanza. Ambos entendían que el ser humano no es perfecto, estando repleto de vicios, compulsiones, y proclividades poco beneficiosas, empero, a pesar de esto, cualquiera que tuviese la voluntad podía elevarse por encima de su instinto animal inferior, en pro de triunfar en esa lucha dedicaron tiempo a explayar sus ideas, que se convertirían en tesoros para la posteridad, y les otorgaría una fama que no buscaban, e incluso miraban con desdén. Para Marco Aurelio, los hombres/mujeres verdaderos debían ser como riscos en los cuales chocan las olas del mar, sin que se vean perturbados por ellas.

Para lograr ese objetivo, que no es otro que la ataraxia (imperturbabilidad), el individuo ha de aprender a usar la razón, dirigiendo sus pensamientos hacia aquello que es realmente importante, sabiendo rechazar lo que es causa de debilidad, y le hace pusilánime; las tragedias de la vida son igualmente concebidas como males menores, e incluso son bienvenidas, con la creencia de que la Fortuna, vista tanto como diosa y evento circunstancial, solo pugna contra los merecedores de su arrebato:

El gladiador tiene por ignominia el salir a la pelea con el que le es inferior, porque sabe que no es gloria vencer al que sin peligro se vence. Lo mismo hace la fortuna, la cual busca los más fuertes y que le sean iguales; a los otros déjalos con fastidio; al más erguido y contumaz acomete, poniendo contra él toda su fuerza. (Séneca. De la Divina Providencia, cap. III)

Séneca, perviviendo el pensamiento estoico precedente, concluye que los hombres inferiores no son retados por el hado, experimentan vidas holgadas y flojas, aunque advierte que en su momento recibirán fuerte impacto por su dejadez, pero no por aventura de la fortuna, que los ve en menos, sino como una consecuencia lógica de sus acciones imprudentes y excesos.

El poder discernir que es bueno y malo, atributo fundamental para los estoicos, desterrando con inquebrantable voluntad lo perjudicial, aunque sea fuente de placer, resulta de extrema utilidad para el practicante de las artes mágicas, pues le permitirá transitar por un camino de percepción diáfana, evitando perder valioso tiempo en trivialidades, como la búsqueda de gloria, fama, deleite, y excesivas riquezas. En esto último es importante considerar que estoicos como el propio Seneca, miembro de una rica familia aristocrática, no veían negativamente el poseer grandes recursos, pues podían ser útiles para fines superiores, pero no había que perderse en ellos y otorgarle un protagonismo inmerecido. En la sociedad hiper consumista de la era contemporánea esto es de central importancia para un practicante serio del Oficio, tener capital para comprar algo no significa que deba hacerse; la frugalidad, cuando se está en medio de la abundancia, es un poder en sí mismo. Un ejercicio sencillo es ignorar cualquier tentación que podamos encontrar en los mercados, especialmente en aquellos pasillos repletos de lo que he denominado comida de esclavos, aunque no pese al bolsillo comprar; inicialmente para la mente poco educada será un acto de represión, pero con el tiempo se convertirá en un comportamiento regular, cuando se interiorice que no es sustento plausible para el cuerpo, pues lo hará torpe. Puede parecer una práctica fácil, y si van con el estado mental de prueba será sencillo, pero cuando su mente esta relajada, en piloto automático, es cuando el peligro de los impulsos emerge, y caemos víctima de su abrazo.

¿Cuántos bienes hemos adquirido que realmente no necesitábamos, sino que fueron obtenidos por compulsión o capricho? El cuerpo pide, la mente lo controla y encausa.

Un mago/brujo no puede vivir en piloto automático, ha de estar siempre despierto, atento al mundo exterior, y más aún a su mundo interior. Aunque hay quienes desean hacernos esclavos de sistemas, modas, marcas, lideres políticos de variopintas tendencias, nosotros mismos podemos convertirnos en siervos dóciles de nuestras apetencias. Estamos siendo bombardeados por películas, series, programas, que buscan entretenernos pero al mismo tiempo pueden ser causa del debilitamiento de nuestras capacidades cognitivas; ¿cuántas personas al día de hoy no se interesan por la lectura, e incluso han perdido la capacidad de escribir por su puño y letra, sustituyendo palabras y vocabulario por emoticones y símbolos pueriles? Vamos a pasos acelerados a la idiotización en masa.

Pero aunque pueda ser sombrío el porvenir, está en el practicante construir las herramientas para su evolución, y la mente se erige como un instrumento imperativo para ello.

Creo firmemente, y hablo desde lo empírico, que el estoicismo, con su defensa de la austeridad, serenidad, resiliencia; dominio de los impulsos; intimidad con la verdad; aceptación de que la vida es tanto dulce como amarga, y hay que experimentarla sin reclamos; puede convertirse en un escudo inexpugnable para todo brujo/mago que lo adopte como parte de su cosmovisión y estilo de vida. Retornando a la metáfora de Papus, esta escuela filosófica puede ser engranaje de esas riendas que dirijan los caballos de la mente, para el triunfo en la Gran Obra personal. Un cerebro sin guía, cederá a las incitaciones, será inepto, poco productivo, impresionable, y pasivo ante los estímulos.

Debo ser absolutamente sincero con vosotros, refinar la mente, hacerla estoica, ir en contra de lo que es por las mayorías considerado bueno, rico, deleitable, es un sendero que lleva en muchas instancias a la soledad y aislamiento, pudiendo lanzar a algunos a la tristeza, y a los más sensibles arrepentirse, volviendo al rebaño de los hombres plebeyos; todos los estoicos mentados eran hombres reservados, y aunque tenían vidas públicas, estaban solos entre la multitud, ello por supuesto los acerca en cierto modo a los místicos. Claro está, ser dueño de sí mismo no invalida tener vida social, e incluso da un nivel de poder que facilita el no ser arrastrado por las olas populares, pero habrá un sabor de insatisfacción que no desaparecerá, pues el hombre despierto ve más allá de las ilusiones, y para ser fiel consigo mismo no dudará en sacrificar lo que deba, o a quien deba, por su actualización mental y espiritual.

Tal vez las palabras de Séneca respecto a las mayorías, sirva de consuelo:

(…) No es justo que me respondas lo que de ordinario se dice cuando se vota algún negocio: «Esto siente la mayor parte», pues por esa razón es lo peor; porque no están las cosas de los hombres en tan buen estado que agrade a los más lo que es mejor; antes es indicio de ser malo el aprobarlo la turba. Busquemos lo que se hizo bien, y no lo que está más usado; lo que nos coloque en la posesión de la eterna felicidad, y no lo que califica el vulgo, errado investigador de la verdad. (De la Vida Bienaventurada, cap. II).

Aunque todo este discurso puede parecer, y tal vez en cierta medida lo sea, un elogio a la mente, no podemos olvidar que su naturaleza es dúctil, y por lo tanto falible, de allí las riendas de la voluntad sobre ella, por lo que me veo obligado a cerrar este articulo con una advertencia, que sirve incluso de invitación para el próximo ensayo que cierra este ciclo.

Dentro de la Qabalah Hermética la mente es llamada Ruach, y hace parte de la constitución del ser humano. Esta Ruach es esencialmente una mediadora, hallándose entre el Nephesh (Alma Animal) y la Neshamah (Alma Santa/Espíritu), ese posicionamiento intermedio la hace tremendamente susceptible a las influencias de uno y otro, es allí precisamente que yace la naturaleza endeble de la mente. Si es excitada por el Nephesh, la mente se reducirá a la satisfacción de cualquier compulsión, y allí encontraremos a los hombres vulgares, sedientos por las dadivas del mundo, quienes se llevan por  comportamientos bestiales y automáticos, poco interesados en el desarrollo intelectual, renuentes al refinamiento, llenos de muchos pasatiempos ociosos que no contribuyen en absoluto a su evolución, son los mismos desde el vientre a la tumba, vidas robóticas e insustanciales, tal es el padecimiento de gran parte de la comunidad global.

El oficio mediador de la mente hace que sea necesario no errar al considerar que puede ser autárquica, es decir, triunfar gracias a sus propios recursos y habilidades; nunca podemos olvidar que la mente es falible, siendo fácilmente engañada por lo fenomenológico, pues solo comprende lo que puede percibir gracias a lo sensorial, por ello podemos ser embaucados en el bazar por un juego de cartas bien orquestado; los humos y cortinas pueden desviar la mente más despierta, por este motivo es necesario que la Ruach sea llenada con la luz de la Neshamah, el espíritu, que le otorgará claridad, intuición (que nace no en la mente sino en el cuerpo sutil), y conexión con los principios regidores del cosmos, vinculados indisolublemente con lo verdadero. Cuando existe un balance entre Nephesh, Ruach, y Neshamah, el ser humano alcanza un estado propicio para abocarse a la búsqueda de lo eterno, así como para el estudio de la magia de una forma integra y no solo temporal. Más puede ser dicho acerca de la interrelación entre estos tres estadios del ser, pero por cuestión de espacio debo limitarme. En esta precaución por la inexactitud inherente a las conclusiones mentales, el estoicismo, desde su arista ética, resulta igualmente un inestimable compañero, pues ante la incertidumbre de los datos recibidos, la virtud, abstracta pero de tangible impronta, es una brújula; e.g. rumores de muchas personas pueden señalar que alguien es culpable de un crimen, o que cometió una falta, con el riesgo de que hasta pruebas puedan ser forjadas; empero, la moderación y percusión por la verdad refrenará el efectuar un juicio y veredicto poco medido, trayendo al propio inculpado para que se exprese, de modo que se pueda inquirir acerca de sus motivaciones, circunstancias, y punto de vista, además de las posibles ambiciones de quienes realizan la acusación. El mundo esta lleno de escenarios falsos, hilados con tal pericia, que pueden confundir a una mente estudiada y capaz. El raciocinio debe ser trabajado, y valorado, pero no deificado.

Ese carácter susceptible de la mente, que la hace intranquila, algo que es un beneficio y perjuicio, pues su hiperactividad puede dar lugar a grandes invenciones, o a infaustos devenires, así como la injerencia de pensamientos no deseados, se manifiesta claramente en la meditación, practica que considero quintaesencial para todo brujo/mago. En verdad, cuando suelo ser consultado acerca de como interactuar con la Otredad, e iniciar en el Arte Mágico, mi primera recomendación es comenzar enseguida practicas meditativas.

Meditar facilita que el individuo tenga control sobre sí mismo, y se conozca, pues a través de ella puede rastrear sus pensamientos, así como silenciar elucubraciones para permitir, en tal silencio, que se establezca comunicación con los Poderes, quienes no pueden ‘hablar’ si la cabeza está llena de caos discordante; ¿habéis probado comunicaros en medio de un tumulto callejero, o en un local con música estridente? Incluso gritando se hace muy difícil.

El tópico de la meditación es uno que requiere ser estudiado por su cuenta, pues hay diferentes tipos, dependiendo del propósito, y este discurso ha sido más largo de lo esperado; para finalizar daré el siguiente consejo: Al meditar los pensamientos intrusivos siempre acontecerán, no se debe luchar contra ellos, pues al aplastarlos, volverán con más fuerza, y nunca se ganará, deben ser simplemente aceptados con serenidad, y enviados a fluir en un arroyo imaginario. Probad y que los resultados hablen por sí solos.

Con la praxis reiterativa, meditar os dará agudez, perfilará vuestra voluntad, y os permitirá caminar con la certeza que son amos, y no esclavos, de vuestros pensamientos y deleites. Es un paso ineludible en la búsqueda del llamado estado monárquico, la construcción del reino interno del practicante.  Por supuesto, en esa ecuación el espíritu es un integrante sine qua non, removerlo llevaría a un racionalismo estéril, y haría a la Ruach más susceptible al Alma Animal, de ello hablaremos en el próximo, y último, ensayo de esta serie.

Quien desee investigar más acerca del estoicismo, recomiendo los siguientes libros para sentar cimientos sólidos:

  • Manual de Estoicismo, de Epicteto.
  • Meditaciones, de Marco Aurelio.
  • Los Siete Libros de la Sabiduría, de Séneca.