Apología para el cuerpo

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Apología para el cuerpo: Un discurso sobre el vehículo físico como templo a los dioses

por L.J. Tang

 

Esta es la primera de tres entradas, dedicadas al cuerpo físico, mental, y espiritual, del practicante.

Dentro del ocultismo occidental solemos enfocarnos, y ciertamente las redes sociales como el peor paradigma lo ejemplifica, en los aspectos externos del mago/brujo, e.g. las herramientas, el altar, los iconos, las hierbas, resinas, sellos, sigilos, talismanes, amuletos; entre muchos otros elementos que constituyen la gran gama de compañeros materiales de los cuales el practicante se sirve en sus usanzas. Es innegable que los mentados instrumentos, algunos de ellos poseyendo espíritu propio como las plantas, lo que hace que puedan ser mejor considerados aliados, son indisolubles al Arte Magice; no hay brujería sin materia física, desde los albores del Oficio esto es así, y por algo le atribuimos virtudes celestiales, planetarias, o elementales, a las partes de la naturaleza; de hecho, bajo ciertas corrientes se concibe que toda vida orgánica tiene su génesis en las estrellas, bien sea en las influencias zodiacales, planetas, o en las constelaciones; Cornelius Agrippa explaya esto muy bien en su primer libro de Filosofía Oculta; todos los cimientos de la magia, del porqué hacemos lo que hacemos, tiene como razón esencial que la existencia física es una proyección de una realidad ontológica elevada, y que la luz superna de la divinidad le otorga propósito a todas las porciones constitutivas de la creación; por esto, cuando queremos llamar energías solares, quemamos laurel, o cuando deseamos imbuirnos en el numen lunar, para incrementar la clarividencia, podemos preparar un colirio con decocciones de hierbas benéficas atribuidas a luna, o a una deidad que la represente, y lo dejamos a la intemperie durante el plenilunio, pues creemos que los rayos directos del cuerpo estelar van a empoderar la preparación, a la cual incluso podemos colocarle una piedra de cristal natural dentro, por sus propiedades magnéticas.

Todo ello está bien, y si yo no creyese en tales cuestiones, creo que no me estarían leyendo, ni yo hubiese dedicado más de una década de mi vida a tales asuntos. Sin embargo, considero que es meritorio que, así como le damos gran foco a los compañeros exteriores del Arte, hagamos lo propio con la constitución integral del practicante, a saber, su cuerpo físico; la mente; y el espíritu, la parte más sutil de su mundo interno. En efecto, creo que la frase clave es esa, la nutrición de la realidad interna del brujo, pues si está no existe, o es dejada de lado, no valdrá de mucho que poseamos la más exquisita vitrina Luis XV repleta de botellas llenas de pociones, ungüentos, elixires, y demás filacterias.

En el Este, ya sea en el Tíbet o la India, la importancia del cuerpo, como primer paso para el desarrollo del individuo que apunta a la unión mística con lo Eterno, es absoluta, a sabiendas que sin un recipiente apropiado ninguna luz encontrará asidero, y las aguas cristalinas de la sabiduría se estancarán, pudriéndose. Lastimosamente en el Oeste, cuanto menos en la actualidad, esto no es así; si bien el cuerpo suele ser adorado por el mercantilismo, con revistas de moda y demás proyecciones banales, ello no corresponde a esta discusión; el mundo de los hombres profanos tiende a pervertir pues solo se enfoca en la satisfacción inmediata, el cuerpo hermoso es tal solo por su estética, no porque sea realmente bello en cuanto a su bondad y utilidad, es una desviación atroz de la belleza entendida por los filósofos platónicos y estoicos; en el mundo occidental el culto al cuerpo es una mutilación, pues sustrae de la ecuación la mente y el espíritu, produciendo una ruptura entre integrantes de una misma unidad existencial. Tal vez como reacción radical a esta transgresión, sumado a una innegable impronta maniqueísta, muchos ocultistas occidentales hacen vista ciega al cuerpo físico, desestimándolo, e incluso considerando anatema el otorgarle alguna clase de valoración positiva, so pena de caer en narcicismo, y descender, con tal obnubilada visión, a los propios pecados de la sociedad consumista; esto, por cierto, no solo ocurre con el tema corporal, sino con el dinero, el cual suele ser visto por muchos como un mal, desconociendo que es un instrumento que puede maximizar grandes objetivos trascendentales, como nuestro receptáculo carnal mismo.

Creo que es pertinente cambiar esa negativa apreciación, y otorgarle al cuerpo físico del practicante su justo lugar, como el sostén sobre el cual ha de edificarse su ascensión, pues ¿qué es el cuerpo sino el santuario de la carne, la primera ofrenda a los Poderes? En una aspecto literal, en prácticas costumbristas, y muy genuinas, el brujo se ofrece como caballo de los Dioses Brujos y espíritus, para ser poseído por ellos, convirtiéndose en su oráculo y canal de acción; ¿acaso es honorable entregarles un cuerpo deteriorado, enfermo, y débil?

En los viejos cultos helénicos se prohibía que los sacerdotes/isas tuviesen alguna clase de deformidad, o mutilación, a sabiendas que se convertían en sirvientes, y puentes, de las fuerzas regentes del cosmos; hoy en día tal discriminación puede parecer injusta -como nota curiosa en la brujería ciertas ablaciones, o tachas, son símbolos sagrados, como el andar cojo de ciertas reificaciones del Maestro Brujo, o la elevada significación del sacrificio del Dios Tuerto- pero cuanto menos nos permite vislumbrar la sacralidad innata del vehículo carnal, y la necesidad de preservarlo con los mejores esfuerzos.

Dentro de la Kabbalah se entiende que el ser humano está compuesto por cinco diferentes almas, dos de ellas poseen una naturaleza tan abstracta y compleja que esta entrada no les haría justicia, por lo cual solo mencionaré tres, que son oportunas al presente discurso:

1)Nephesh

2)Ruach

3) Neshamah

Estas tres partes son, precisamente, protagonistas en la tripleta de entradas que me he dispuesto a redactar, la presente corresponde a la primera de ellas. Debo advertir que no ahondaré excesivamente en estos conceptos, pues para comprenderlos a plenitud deben ser analizados dentro de un contexto epistemológico cabalista, pues interactúan con las emanaciones sefiróticas. Dicho eso, hablemos un poco de la primera porción del ser.

El Nephesh se concibe como el Alma Animal, es el cuerpo físico e instintivo del hombre, abarcando sus apetitos, deseos inferiores, e impulsos; esto ha hecho que algunos cabalistas lo denigren, equiparándolo a la prisión carnal del gnosticismo, empero, debemos alejarnos de fanatismos que solo nos pueden llevar a un insano devenir; la verdad es que el Nephesh, incluso en la Torah, es tenido como una ofrenda que puede ser entregada, en amor y devoción, a Dios; así nos encontramos con extractos como el siguiente: «Que viva mi alma [hebr. Nephesh] para alabarte». (Salmos: 119:175). (corchetes son míos). El Nephesh es tanto el cuerpo físico, como el aliento vital que lo anima, por eso uno de su significados básicos es garganta y respiración; solo algo puro, aunque sea en potencia pues podría ser susceptible a corrupción, puede ser tributado en servicio a la divinidad, lo que infiere la nobleza del cuerpo, y como puede ser abocado a la búsqueda de lo trascendental.

Por supuesto, he mentado como el Nephesh puede ser desvirtuado, o él mismo causar extravío; al ser el instinto básico, necesita ser domado por la mente (Ruach), para supeditarlo al anhelo por Dios/Dioses, si se le permite desplegarse sin vigilancia, entonces el hombre se convertirá en un animal irracional más, cuyo propósito es satisfacer sus querencias primitivas; esto es más grave de lo aparente, veremos en la próxima entrada  un poco de la naturaleza de la mente dentro de la cábala, pero de momento puedo adelantar que la Ruach, aunque posee raciocinio, es voluble, estando atrapada entre la excitación bien sea del Nephesh o de la Neshamah, si el primero la alebresta, y esta no se encuentra blindada, el individuo caerá en el mal que padece la sociedad moderna, con millones de individuos cuyo día a día es simplemente satisfacer los impulsos bestiales que radican en la base de todo ser humano: comer, tener sexo, defecar, dormir. El Nephesh alcanza su perfecta actualización cuando la mente, iluminada por el espíritu, lo pone al servicio de lo verdaderamente importante. El lector perspicaz se dará cuenta de una triste realidad: El mundo contemporáneo es uno dominado, en su mayoría, por un Nephesh sin control, tanto ciudadanos ricos, como pobres, solo ansían el deleite fugaz, o llevan una existencia vacua, en desconocimiento, o rechazo expreso, de la Neshamah, y cuando está se halla ausente, el hombre vive, pero no asciende, ni puede participar efectivamente en la rectificación universal.

Cuando el Nephesh, nuestro cuerpo, es entregado a la Gran Obra, a un proceso de deificación, o a la hénosis teúrgica, se convierte en un sacro santuario para el Alma Santa, es así restaurado conscientemente a su propósito original, que es servir, desde su finita duración, a lo sempiterno. Una vez que se define está función, es obligación del brujo/mago atenderlo como el más exquisito de los templos, fortaleciéndolo con vigas de roble y rocas; embelleciéndolo con sedas; acariciándolo con aceites y perfumes; nutriendo el fuego del altar con digno sustento; y protegiéndolo de ser mancillado por cualquiera que desee tocarlo, o entrar en su seno.

Esto que menciono no es solo un recurso poético, pues existen fórmulas mágicas dentro del Viejo Oficio en las cuales se declara al cuerpo como Templo de los Dioses, siendo un tributo que no puede ser retirado, y que conforma un cifrado de peligrosos acuerdos con los espíritus, con graves consecuencias de ser transgredido.

Yendo a lo práctico, pues creo que es necesario ofrecer herramientas que acompañen las bases sutiles, sino se convierte esto en un mero discurso teológico, y si me he dedicado al solitario camino del místico es porque creo en la acción que lleve a la realización, le recomendaré a todo aquel que desee dedicarse seriamente al Viejo Oficio, deseando no solo encender velas, o quemar hierbas, sino indagar a profundidad en la comunión con deidades, espíritus, y fenecidos, a que comience por preservar y robustecer su receptáculo físico, para hacerlo digno reservorio de las energías etéricas, más aún si anhela practicar forma avanzadas de Alta Brujería, como la posesión.

Nota bene: Todas estas recomendaciones deberían ser acompañadas por una visita al doctor, de poseer alguna condición particular.

El entrenamiento físico es necesario, e ineludible, y hay diversas disciplinas que pueden ayudarlos a ello, cada cual tiene sus propensiones, habiendo algunos que preferirán la natación, otros el levantamiento de pesas, algunos la calistenia, otros el crossfit, senderismo, futbol, escalada, artes marciales, y demás; esto tonificará vuestros músculos, haciéndolos funcionales, bellos, y útiles.

Claro está, esto no es suficiente para el cuidado del recinto sagrado, y de nada vale la fatiga física a la cual lo someterán si lo mancillan con alimentos de pobre carga nutritiva, algo que he llamado alimentos de esclavos, pues solo sirven para causar letargo, y entorpecer los sentidos del vulgo, e.g. golosinas, gaseosas, alimentos altos en azucares, grasas, colesterol, etc.; todos son un pobre sustento que ofuscará no solo el movimiento físico, sino las capacidades cognitivas, además de traer algunos de ellos graves consecuencias para la salud a largo plazo. A esto hay que sumarle el exceso de alcohol; los estupefacientes; y no podía faltar el cigarrillo, el que probablemente se lleva el premio por ser el mejor aliado del hombre inferior, de paupérrima voluntad, y aún más baja consideración al prójimo; puedo intuir que algunos me dirán que no fuman cigarrillo, sino tabaco, o cannabis, ambos ciertamente son plantas con gran potencialidad espiritual, yo mismo hago uso del tabaco para fines mágicos y devocionales, pero el contexto en el cual fueron usadas, y debería serlo hoy en día, era uno sagrado, como medios para alcanzar, y establecer comunicación, con realidades superiores, no la excusa para perderse, o disfrutar con los amigos, especialmente cuando no existe siquiera control de la propia mente, y sé es siervo de los deleites.

Os invito a preguntaros a partir de ahora:

¿Esto que estoy haciendo, honra a mi cuerpo, lo nutre, lo respeta, lo sostiene, lo vivífica?

La respuesta puede ayudaros a tomar la decisión correcta frente a la impetuosidad, tentación, o duda.

Ya vimos como el Nephesh es, entre muchas cosas, impulso, por lo que parte de su cuidado yace en direccionarlo, no permitiendo que domine nuestros pasos, haciéndonos consumir lo que no debemos, comer cuando ya estamos satisfechos, tener sexo cuando, y con quien, no es pertinente; todo esto no es puritanismo, sino el reconocimiento del valor verdadero del cuerpo, así como sus defectos, buscando su perfeccionamiento, para poder lograr el crecimiento integral del practicante.

Aleister Crowley, aquel magno mago del s. XIX, después de grandes logros, y eso no podemos restárselo, murió enfermo, adicto, y pobre; Lady Frieda Harris, quien pintó el renombrado Tarot de Thot a solicitud de Master Therion, contaba como quedó sorprendida al ser testigo del nivel de descuido en el cual se encontraba el hombre; Crowley se entregó a los excesos, tal vez por decisión expresa, o por torpeza, era humano después de todo, complaciendo todo pedido de la carne, y al mismo tiempo descuidándola, permitiendo su rápida degeneración; como es admirado, debe servir también de advertencia.

Alguno alegará que vamos a morir, y que todo esto es una pérdida de tiempo, ¿porque cuidar la salud, si al final pereceremos? Yo os diría, ¿porque despertar, si al final dormiremos? El viaje es lo importante, y mejor llegar a puerto con velas limpias, y un casco firme.

Y es que el cuerpo del mago/brujo ha de ser concebido como el Templo del Espíritu, no simplemente como un saco maltrecho cuyo mayor propósito es moverse para satisfacer el deseo momentáneo; una máquina, aparentemente invencible, que podemos hacer trabajar 24/7 sin temor a las consecuencias; o un pozo de excreciones sobre el cual tenemos licencia para atiborrar con cualquier alimento inmundo. No, es un habitad sacra, que merece consideración y delicado mantenimiento, estando obligados a fortalecerlo, embellecerlo, y nutrirlo, para que así nos sirva fielmente, y se convierta en un aliado más del Oficio.