El Sendero

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La magia, en su manifestación más elemental, es a todas luces operativa e inmediata, enfocándose fundamentalmente en la solución de las problemáticas mundanas, en lo que podría considerarse hechicería, y que algunos han clasificado técnicamente como Baja Magia, en contraposición a prácticas con un enfoque trascendental, relacionadas a misterios escatológicos, i.e. Alta Magia.

Sin embargo, aunque es una apreciación plausible en un principio, resulta insuficiente cuando exploramos a la magia bajo una perspectiva tradicional, en la cual se desarrollan consideraciones complejas, no solo en lo referente a la operatividad, sino a sus propias conceptualizaciones ontológicas.

Los egipcios llamaban a la magia heka, siendo concebida como un regalo de los dioses, motivo por el cual no cualquiera podía blandirla apropiadamente, estando rodeada por una marcada sacralidad, razón que explica por qué los sacerdotes lectores eran los mismos magos, quienes en su periodo laico, fuera del templo, se dedicaban al ejercicio de operaciones personales o para clientes.

Esta peculiaridad, que entremezclaba de forma oficial magia y religión, siendo la heka apreciada como un regalo divino, motivo que se repetiría en otras civilizaciones antiguas, nos otorga una visión diferente a la usualmente sostenida en la modernidad, y popularizada por sistemas ocultistas no tradicionales, donde la magia es vista como un mero aparato mecánico, bajo el imperio de quien pueda doblegarla a su seducción

La interacción con las deidades y espíritus que alimentan a esa magia básica, estableciendo niveles comunicativos que van más allá de la satisfacción de las necesidades profanas, dio nacimiento a lo que se ha denominado El Arte Mágico.

El Arte Mágico, también llamado Arte Hierático dada la mentada relación con el conocimiento esotérico sacerdotal, siendo una manifestación elevada de la hechicería o magia operativa, es de índole marcadamente naturalista, con una armoniosa dualidad entre lo estelar y ctónico, lo diurno y nocturno; siendo innegablemente extático, místico, y muy particularmente iniciático; a este último respecto se hace necesario un comentario. Lo iniciático involucra la inducción en un misterio frente al cual se hace imposible acceder si no acontece el otorgamiento de un tipo de autorización, que hace las mismas veces de empoderamiento; existen variadas formas de iniciación y métodos para obtener el llamado “poder mágico”, i.e. la capacidad para influir en la realidad física y astral, ejerciendo así la voluntad del individuo; empero, pese a esta variedad de métodos, hay tres características constitutivas e invariables:

 

  • Es un proceso de muerte simbólica, en la cual el iniciante abandona su viejo ser, para abrazar un nuevo proceso existencial, poseyendo una cosmovisión sui generis del mundo como entidad intelectiva, plagada de seres con múltiple agencia, a los cuales aprende a propiciar, subyugar, o nulificar.
  • Con la comprensión de esa nueva visión meta-fenomenológica, gana simultáneamente la autorización, dependiendo de la tradición y espíritus específicos, para realizar ceremonias, protecciones, consagraciones, maleficios, posesiones, y llamamientos.
  • Sea que haya obtenido el ‘poder mágico’ mediante un intercesor encarnado, o como por parte de una epifanía o éxtasis espiritual, al nuevo iniciado se le otorga finalmente el potencial imperio sobre su realidad, expresa y etérica, siempre que sea capaz de descubrirlo y trabajarlo apropiadamente, pues como todo oficio, requiere concienzudo ejercicio.Aunque, en base a lo anterior, resulta evidente que mucho del Arte Mágico solo puede ser revelado a niveles esotéricos, es decir, posterior a la inducción formal a sus misterios, es factible, en un discurso panorámico y ecuménico, yendo más allá de las particularidades de la tradición de turno, indagar en los pormenores que competen a todos los practicantes de esta corriente, proveyendo faros que le sirvan de guía al viajero, sea que se hallare apenas en el proemio de su travesía, o se constituya como un viajero encaminado a la realización.El mágos (grieg. μάγος), enmarcado en esta valoración transmundana, y que ha definido desde hace muchos años a mi práctica personal, tanto en mis labores solitarias, núcleo quintaesencial de la Gran Obra, como frente a otros, a nivel privado y público, es un explorador de mundos, que abandona a propia voluntad la comunidad de los hombres para abrazar aquella de los espíritus, edificando un nuevo lenguaje que sustenta una relación de mutuo beneficio; en esta ordalía, de sinsabores y placeres, se transforma con justo derecho en un místico, que anhela incesantemente la unión con lo divino, ávido por embriagarse con el vino del frenesí liberador, que rompe el recipiente de su carne, impulsándolo al vuelo espiritual que lo hará intimo participe de lo eviterno.

Las Tres Fases del Magnum Opus: Nigredo, Albedo, Rubedo. Pretiosissimum Donum Dei, publicado por Georges Aurach, 1475.
EL ARTE MÁGICO
Un discurso introductorio a la vía mística hierática