Eros para el espíritu

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Eros para el espíritu  

Por L.J Tang

 

Este es el tercer, y último, artículo de la triada dedicada a la constitución física, mental, y espiritual, del practicante.

A la vez que el practicante del Arte Magice fortifica y preserva su cuerpo; domina y encausa su mente; debe vivificar su espíritu, inflamándolo en un constante anhelo por lo Eterno, cubriendo su naturaleza sutil con una diamantina armadura producto de su praxis mágica y adoración. El espíritu es considerado el Ser Verdadero, pues como vimos en nuestro discurso anterior, la mente, entendida como la Ruach dentro de la Kabbalah, es una mediadora entre lo superior y lo animal/instintivo, de grandes capacidades pero en última instancia falible, mientras que la Neshamah, la presencia espiritual de cada ser humano, está directamente conectada a lo divino, hasta la identidad primitiva que en el imaginario cabalista es la Yechidah, por tanto, y a diferencia de concepciones racionalistas, dentro de diversas corrientes ocultistas se concibe que no somos nuestra mente, si esta falla, por locura o enfermedad, nuestro ser real, i.e. espíritu, permanece incólume. Aunque existen matices complejos entre la Neshamah y los cuerpos sutiles que le siguen, pues esta misma es una emanación de un personaje unificado ininteligible en el estado encarnado, su manifestación como la luz individualizada del Nous singular, le hace meritoria de ser defendida como el Alma Santa que es fuero legitimo del ser. Es en el espíritu que yace la intuición, aquella capacidad sutil, de tintes divinos, para percibir lo verdadero; en el platonismo encontramos ideas similares bajo otro revestimiento, para sus adherentes el alma/espíritu era Nous (intelecto/inteligencia), capaz de un entendimiento similar al celestial, mientras que la mente (logos) nunca podía llegar a la verdad, pues al estar supeditada a los sentidos externos le era posible solo formar opinión; únicamente el intelecto, que en este caso particular es equivalente al Alma Santa cabalista, era apto, por irrupción natural -recuérdese el Eureka de Arquímedes- de comprender lo verdadero.

Un espíritu nutrido apropiadamente mantendrá conectado al practicante a lo superior, facilitando su comunicación con los reinos sutiles, sean empíreos, ctónicos, o elementales; además de permitirle estar en sintonía con su intuición, a través de la cual prevendrá circunstancias, sorteará peligros, sabrá como actuar sin mediación de la razón, gracias al palpito que procede de su identidad suprema, y le servirá de canal para la transmisión de mensajes de la Otredad, pues aunque las entidades pueden emplear un lenguaje que la mente racional entiende, sus arcanos únicamente son transmitidos a nivel intuitivo, a través de la transmisión de su luz gnóstica al espíritu puro, aquí se entrevé la grave importancia del Daimon personal, como gran intercesor entre el Yo y los Poderes.

Para alimentar al espíritu se hace necesario, como una medida adversa al mundo profano, que el individuo se entregue a la obsesiva fijación con lo divino, mágico, y espiritual, cuanto menos en la primera etapa de su sendero, usualmente en el periodo pre-iniciático y durante los primeros años de su inducción en los misterios, en los cuales sigue siendo un niño renacido; una vez alcanzado un grado superior, la corriente mágica estará lo suficientemente incrustada en su psiquis, que el ensimismamiento emergerá, ya de forma serena, cuando lo desee; previo a esto, y aunque tal voz pueda sonar radical, deberá aceptar esta obsesión como parte de su vida, en su rebelión contra el mundo plebeyo/profano.

Aunque la ambición por la sabiduría, conocimiento, y poder, son aceptables, e incluso bienvenidos, pues fungen de robustos impulsos capaces de evadir obstáculos, la raison d'être de su viaje espiritual deberá estar enraizada más bien en el Amor, verdadero y genuino como él solo puede ser, pues únicamente tal potencia podrá ayudarlo en su victoria final, levantándolo con sus alas cuando caiga al abismo, o padezca la noche oscura del alma, donde la fe es puesta a prueba, la disciplina flaquea, y solo el Amor permanece como el último bastión.

Empero, el lector deberá comprender que no estoy hablando del simple amor mundano, o aquel convertido en estandarte por formas modernas de espiritualidad Nueva Era; en ellas la luz es ilusoria, la oscuridad incomprendida y reducida a represiones psicológicas, y el amor visto como una licencia para un escudo pasivo-agresivo.

El Amor del brujo/mago es Eros, entendido como la fuerza vinculante que enlaza todas las cosas, manteniendo la vida material, sutil, y divina en su lugar correspondiente. En la Teogonía de Hesíodo (circa s. VIII-VII a. C.) el origen primordial de la creación yace en Khaos, un estado negativo, y simultáneamente proto-deidad, de génesis eminentemente ctónica, de hecho, el universo, para la Grecia arcaica, fue creado de abajo hacia arriba, siendo los cielos, y por extensión las fuerzas empíreas, los más jóvenes. De Khaos, o junto a él/ella/eso pues no hay certeza de su parentesco exacto, nacen a su vez Gaia, Tártaro, y Eros, ellos son los primeros entre los llamados Protogenoi, los dioses primigenios.

Aunque posteriormente, durante la Era Clásica, Eros fue concebido como hijo de Afrodita, su papel como dios primordial es innegable, y sería un motivo que resurgiría con el advenimiento del Orfismo, donde es equiparado al andrógino dios creador Phanes Protogonos. Como prole de Afrodita su propósito era despertar la pasión amorosa entre los amantes, ya estuviesen predestinados, o fuese una unión deseada por capricho temporal de alguna deidad; aunque esto resulta una disminución de su verdadero rol cósmico, supone un remanente que delata su capacidad para ‘atar’ elementos.

Eros, como Amor, es realmente la potencia atractiva que enlaza cuerpos, objetos, y espíritus, caracterizado por un magnetismo de tintes gravitacionales; de hecho, es visto como el causante de que los cuerpos celestiales sigan sus orbitas, y la existencia se mantenga en armonía, por ello es parte de los dioses primordiales encargados de las bases de orden ontológico, un hecho que caracteriza a la gran mayoría de entidades infernales, mal entendidas como simplemente nocivas, e.g. las temidas Erinias son, contrario a la visión negativa que las rodea, salvaguardas del cosmos, castigando transgresiones al orden natural, y asegurándose de que los juramentos, siempre de naturaleza sacra pues en su origen involucraban invariablemente a los dioses, se respetasen.

Empero, Eros, similar a muchos otros dioses, posee diferentes reflejos, en base a condiciones, o anhelos, singulares; puede ser, en una manifestación ascética y prístina, Ágape, la atracción conectora que es amor incondicional y absoluto, preservando así la disposición de la estructura universal. Bajo otras circunstancias, es el amor erótico, que puede devenir en el acercamiento extático a lo divino, o en el mero deseo sexual lujurioso.  

Aunque el amor es romantizado e idealizado, los seres humanos, así como los animales en sus ansias de apareamiento, son vinculados por un magnetismo atávico, irracional incluso pues la mente no comprende en muchas ocasiones la causa de las pasiones; cuando dos individuos se “enamoran” es la fuerza de Eros, ergo, su magnetismo atractivo, quien los vincula, a razón no solo de placer físico o compatibilidad mental, sino, en ocasiones puntuales, por Necesidad y Destino. En efecto, es un acercamiento por gravedad, o imantación, casi forzoso, que cuando no es mutuo, o surgen rechazos, genera posibles actos de violencia y desesperación, gracias a la férrea conexión que teje; simultáneamente, Eros sabe cuándo separar dos entes, por ello el amor romántico no es necesariamente, aunque las novelas bucólicas digan lo contrario, eterno, pues está supeditado al Hado.

De modo que, cuando se sostiene en las viejas tradiciones que el amor es medio para la apoteosis, no es una afirmación soñadora y edulcorada, sino una comprensión del magnetismo entre los cuerpos, como requisito para establecer relaciones humanas, mágicas, espirituales, y divinas. Tal es el principio de Eros.

Al indagar en arcaicos encantamientos, y grimorios, observamos al brujo/mago compeliendo al objeto de sus ímpetus sexuales, llamando a los muertos, o daimones, para causarle incomodidad y locura, a menos que se postre a sus pies, allí estamos viendo una de las formas auténticas, y terribles, de cómo Eros puede actuar; se suele decir que tal comportamiento no corresponde al “amor verdadero”, pero como vemos, si lo entendemos como numen que ata, ciertamente incumbe a sus atributos gravitacionales/magnéticos. En los himnos órficos se nos dice que Afrodita misma es “vivificadora, que enlazas a los mortales por necesidades que no admiten freno y a muchos pueblos los cautivas por la desenfrenada fuerza de la pasión amorosa”. El amor puede ser arrebato y frenesí, después de todo era llamado theia mania, la locura de los dioses.

Es Eros, esta fuerza primitiva, tan poderosa como el Fatum, aquella con la cual el practicante debe investirse para, nunca mejor dicho, ‘enlazarse’ con la corriente mágica y las deidades arcanas que rigen el Oficio.

Tal entendimiento del amor como canal para el contacto espiritual y la potencial hénosis, dio lugar a lo que se ha denominado espiritualidad erótica, un acercamiento a las realidades sutiles a través de la aproximación romántica, e incluso sexual, con los dioses, y que es extensible a los espíritus/daimones. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en el Sufismo islámico, con maestros como el poeta persa Yalal ad-Din Muhammad Rumi, quien se enlazaba (Eros) con Allah usando como medio una imaginería apasionada, denominándolo su Amado, y refiriéndose a su amor como una ebriedad que entorpece los sentidos, disipando al mundo profano, para adentrarse en una ensoñación obsesiva a por la divinidad.

 

El amante un borracho loco y enamorado

que, vaya donde vaya, sus secretos derrama.

Por todo se preocupa quien apocado vive,

pero quien se emborracha ante nada se arredra.

- Rubaiyat, 55

 

Con Eros como canal, el brujo/mago se alía con la fuerza vinculante más poderosa del cosmos, no solo con fines místicos, o alquímicos, sino igualmente para potenciar su magia práctica.

Esto toma forma tangible en las adoraciones diarias del practicante, que le servirán para empoderar su espíritu y fortificar el vinculum de Eros, que lo/a mantendrá en su centro, es decir, en el punto preciso para ser puente entre la Otredad y la realidad fenomenológica. Plotino, teúrgo y filosofo neoplatónico del s. III d. C.  desarrolló la teoría de la Cadena de Emanaciones, que explayaba como todos los seres estaban unidos a través de eslabones jerárquicos que iban desde el principio creador noético, hasta el más inferior de los mundos, esta cadena que desciende, también es una que asciende en el viaje de rectificación y apoteosis personal, y no es más que el listón de Eros, el gran axioma de concatenación. Usando como recurso practicas eróticas, bien sean románticas, poéticas, obsesivas, extáticas, lujuriosas, o claramente sexuales, el mago/brujo puede ascender por los eslabones de la cadena, conectándose con espíritus, dioses, e incluso accediendo a realidades cada vez más sutiles y elevadas.

Aunque en el ocultismo moderno existe una inclinación por limitar cierto tipo de prácticas a los mal entendidos Sendero de la Mano Derecha e Izquierda, conceptos que en su génesis india tienen otras aristas que al entrar en occidente son cercenadas y perdidas, la sexualidad puede encontrarse incluso en las corrientes teúrgicas, como la propia Kabbalah, en donde el componente erótico es claramente visible en la imaginería de la Shekhiná y sus nupcias sagradas durante el Shabbat, donde hay una clara invitación al coito marital entre los fieles, un significado esotérico extensamente estudiado por el erudito especializado en Kabbalah, y editor del Zohar: Edición Pritzker, Daniel C. Matt.

Dejad entonces que el mago/brujo establezca, en su anhelo por el crecimiento de su espíritu, una rutina diaria, mensual, y anual, de rendida adoración, en la cual sus ojos se pierdan en los de su Amada/o, entregándose al erotismo, en sus refinadas, o explicitas, manifestaciones, ¿pues que es la plegaria y el himno sino veladas declaraciones de amor?

La estructura, y contenido, de tal rutina dependerá del sendero espiritual particular, así como de sus propensiones; sin embargo, será imperativo que dedique cuanto menos una ocasión al día a la meditación y comunión con los Poderes, manteniendo el delicado hilo que lo une a la Otredad, y que puede ser perturbado fácilmente por las tribulaciones del mundo profano. Idealmente se entregará con celo a la plegaria, contemplación, ejercicios de desarrollo/mantenimiento de sus sentidos astrales, y/o praxis mágica, dos veces al día, en las mañanas, y en las noches; pero en el transcurso de su labor cotidiana, sea en el trabajo, mientras camina en la tupida avenida, a la vez que cocina, o durante las compras de víveres, etc., deberá mantener en constante recuerdo al objetivo de su amor, robusteciendo así los eslabones de Eros. Podrá servirse del viaje diario del sol para diferentes veneraciones, o exploraciones de contacto activo.

Que se dirija a los dioses y espíritus como lo haría un amante a su amada, dedicando letanías, ofrendas, y pasión; perfumes de benjuí, o amargo tabaco para algunos, sean las caricias del hombre/mujer al cuerpo etérico de sus tenues compañeros, y aliados; libaciones de licores, miel, o agua pura, se derramen para los Poderes, como dulce sustento que haga rendir sus voluntades no por coacción sino seducción; que, de acuerdo a su habilidad, escriba poemas, componga música, talle esculturas, o pinte cuadros, frutos de la musa que acompaña siempre a la locura amorosa, y los entregue como regalos al legado de las deidades/espíritus; dejad que en mitad de la noche, interrumpa deliberadamente su sueño, para postrarse ante el altar, como el enamorado que no puede tener sosiego a menos que reciba el aliento de su predilecta compañera. Tal cortejo hace parte de la erótica espiritualidad que consumirá sus días, facilitando el paso por la cadena de las emanaciones, traspasando así el velo entre mundos, para hacerse uno en la orgia mistérica. En verdad, que sea un agasajo que lleve a las nupcias sacras, donde el hombre se convierte en dios.

Tal frenesí pasional con el paso de los años, décadas he de advertir, evolucionará hasta formas más refinadas, cuando Eros tome las tonalidades de Ágape, y el Amor, como una de las Virtudes Sempiternas, se solidifique en el reino personal del brujo.

La formación del practicante es compleja, y con un sin número de entresijos que requieren una explicación mucho más extensa de la que puedo dar en una página web, estos tres ensayos cortos han sido, por tanto, una manera de ofrecer una exigua guía exotérica que señale el camino al Buscador sincero, o al practicante que pudo haberse extraviado, haciendo hincapié en los tres aspectos fundamentales para su crecimiento, a saber, su cuerpo, mente, y espíritu. Independientemente de la tradición mágica, o corriente, que sigáis, estas recomendaciones os serán útiles para afinar vuestro carácter y aptitudes.

 

Ah, si me besaras con los besos de tu boca

¡grato en verdad es tu amor, más que el vino!

Grata es también, de tus perfumes, la fragancia;

tú mismo eres bálsamo fragante.

¡Con razón te aman las doncellas! ¡Hazme del todo tuya! ¡Date prisa!

¡Llévame, oh rey, a tu alcoba!

-El Cantar de los Cantares, 2-4.