REQUISITOS PARA LA PRAXIS DEL ARTE MÁGICO
Por L.J. Tang

El Magus, por Alexander Alayon
Se presume que el lector ha leído minuciosamente los tres escritos dedicados a la constitución física, mental, y espiritual, del practicante. Resulta imperativa la comprensión de tales consideraciones que sientan las bases para este discurso. Además, es necesario que se haya interiorizado lo contenido en el ensayo del Arte Mágico, para poseer una noción educada de la senda hierática, en contraposición de la manifestaciones modernas que tergiversan, y reducen, esta ciencia sacra.
El Arte Hierático es el camino del mago divino, aquel que es siervo de los dioses, separado de los hombre comunes, en efecto, parafraseando a Eliphas Levi, el mago se concibe como un rey en el exilio, trabajando arduamente por ser reestablecido en su justo trono. A su vez, cumple un papel de mediador entre la Otredad, habitada por deidades, daimones, ángeles, y espíritus varios, y el plano material; esta característica liminal lo arroja a un estado extraño, en el cual no pertenece enteramente a ninguno de los dos mundos de forma absoluta, e incluso, para poder comprender lo numinico, ha decidido abandonar la comunidad de los hombres y entregarse a la de los espíritus, a sabiendas que ello le acarreará posibles penurias y ostracismo. Vivimos, alegremente debo decir, en el exilio, eternos viajeros, como Caín.
Habiendo entendido el futuro mago que debe de rehacer su vida, adoptando un nuevo estilo virtuoso de existencia que lo modifique física y mentalmente, abrazando una profunda dedicación a la nutrición de su espíritu, será el momento de avanzar a consideraciones un tanto prácticas que se hace necesario conocer para el ejercicio eficaz del verdadero Arte Mágico.
Las siguientes observaciones son, claro está, nacidas de mi experiencia directa a lo largo de más de quince años enfocados tozudamente a la penetración de los Misterios, además de las directrices recibidas, si pueden creer en tales asuntos, por quienes han fungido como mis sutiles mentores, aquellos antiguos dioses, y daimones, que aleccionaron a muchos otros antes que a mí, y que hacen parte viva de este etérico linaje.
Otras tradiciones tienen diferentes requisitos, y perspectivas, por lo cual les recomiendo tomar aquello que os sea útil, y descartar lo que no; aunque los invito a no rechazar en primera instancia lo que sea difícil de aceptar, pues verán que muchas nociones que son tenidas como ciertas en esta era, realmente no tienen cabida en la tradición mágica pretérita, aquella a la cual me ciño fielmente, no por dogma he de aclarar, sino porque he comprobado la efectividad de sus métodos.
Sépase, primero que nada, que aquel que desee entregarse al ejercicio de la magia, y el entendimiento de los Misterios, debe ser un hombre/mujer estable materialmente, con medios lícitos de sustento, pues son muchos los instrumentos y materiales que necesitará, algunos de costosa obtención; en los Papiros Mágicos Griegos, por ejemplo, muchas de las resinas, y materia natural, recetadas no eran nativas de Egipto, sino que debían ser importadas desde lugares lejanos como la India y Persia, a valores elevados, lo que sirve de testimonio acerca de los grandes esfuerzos que eran capaces de llevar a cabo los magos para el éxito de sus operaciones. En escuelas místicas como la cabalística, se recomendaba que solo a partir de los cuarenta años era plausible estudiar la doctrina sagrada, cuando ya el hombre se consideraba, cuanto menos teóricamente, sólido en su familia y medios de sostenimiento. Si bien es cierto que los espíritus, cuando la práctica y dedicación son verdaderas, darán las oportunidades para la adquisición de instrumentos y recursos, será importante contar con la voluntad, y habilidades mundanas, para no pasar hambre, y poder dedicarse, sin grandes penurias, al estudio serio del Arte Mágico, pues quien no puede siquiera proveerse de techo y comida, difícilmente será capaz de obtener lo necesario para la magia, además de evidenciar incapacidad, y flojera, para asuntos elementales.
Que el Arte Mágico es una ciencia costosa lo delata el hecho de que muchos magos fungieron como asesores para reyes y nobles, que podían proveerles de lo necesario para sus experimentos. En esta era resulta difícil ponerse al servicio del duque imperial de turno, de modo que será astuto armarse de una profesión, u oficio, que os provea de los recursos para mantenerse materialmente, y así poder abocarse a lo trascendental de forma digna.
Conjuntamente con un canal de subsistencia, se espera que el futuro mago se eduque intelectualmente, y aunque de esto ya se ha hablado en el artículo “Estoicismo para la Mente”, debo hacer hincapié en la necesidad de la instrucción académica, cultural, histórica, y lingüística, todas necesarias para quien desee ejercer a plenitud este hierático camino.
Dejad que su vida sea tranquila, sin grandes complicaciones o ataduras emocionales nocivas, pues suponen una peligrosa distracción, que le restará la paz necesaria para entregarse a lo Eterno. La soltería es ideal en contraposición a romances demandantes en el terrero mental y emocional; la pareja del mago ha de ser un aliento a su heroica empresa, cómplice en sus esfuerzos, fallar en esta realización, la convertirá en un obstáculo y detrimento, que deberá ser removido a la brevedad posible, pues el tiempo es inclemente en el camino para la apoteosis.
El lector perspicaz notará que estas recomendaciones no son las típicas que suelen leer/ver en los medios digitales, dirigidas a llamar la atención con ligeras medidas de rápida captación de audiencia, sino que están direccionadas a un enfoque profundo en la vida del practicante, pues su existencia debe ser rehecha, agregando lo necesario, y extirpando lo justo, para un exitoso viaje en estas complejas ordalías espirituales. Asimismo, tampoco recetan la directa obtención de instrumentos mágicos, como en tomos especializados, y que tiene su digno, y esencial lugar, en la construcción del mago, sino que se orientan a aspectos pragmáticos que a veces son pasados por alto, o son dados por entendidos, por considerarlos de innecesaria mención, algo usual en autores enfocados a aspectos avanzados, que esperan que el individuo haya llegado por sí mismo a estas conclusiones.
Similar a como el mago ha de tener relaciones amorosas que no supongan una desviación a lo realmente importante, que su círculo de amistades sea exiguo, constituido por unos pocos, pero leales y virtuosos, compañeros; no resulta menester que sean también practicantes, ni que incluso sepan de su privada persecución por lo divino, pues existe poder en el silencio y secreto, pero se hace obligatorio que sean individuos que caminen en la verdad y virtud, aunque profanos, pues el adagio “dime con quien andas y te diré quien eres” no dista mucho de reales devenires. Si se rodea de ladrones y mentirosos, él mismo podrá verse incordiado por su corrupción, no porque se vea tentado a incurrir en crimen, a sabiendas que, siguiendo consideraciones estoicas, quien es virtuoso no puede ser ensuciado por alguien, pues es intachable, sino porque le harán perder tiempo con trivialidades, y mutilaciones, indignas de su estatus como siervo de lo trascendental.
Sabemos que el Arte Mágico se ejerce con suma discreción, pues los tabúes del hombre vulgar convierten al practicante en enemigo y chivo expiatorio, por tal motivo que se lleve con prudencia, silencio, y secreto. El panadero de la esquina, o el dependiente de la tienda de abarrotes, no deberían saber a que os dedicáis, a ningún profano le compete las gnósticas revelaciones que se recibieron en el templo, o la maravilloso relación que se esta edificando con tal dios o espíritu. El saber callar es parte de las virtudes del practicante que se entrega con absoluta seriedad a tales asuntos, siendo, de hecho, uno de los famosos Principios de la Esfinge, un silencio que no solo se manifiesta en la palabra, sino en las acciones y vestimenta. En la modernidad muchos pseudo practicantes suelen llevar atuendos escandalosos, construidos con pésimos materiales como triste añadido, que parecen querer gritar a los cuatro vientos que son “especiales”, devotos de antiquísimas formas espirituales, como niños que ansían llamar la atención del resto, cuya percepción y opinión es a todas luces irrelevante. Hay momentos para las túnicas, coronas, y diademas; tampoco adorar a cierto Poder involucra vestirse siempre de negro y con cadenas; son formas de expresión vacuas, sin sustento, que buscan gritar lo que nadie quiere oír y lo que no es necesario pronunciar.
Yace un poder inmenso en el ocultamiento, que se evidencia no solo en lo ceremonial sino en la vida diaria; y así como un hombre verdaderamente vigoroso es aquel capaz de transmitir su voluntad ineludible solo con una mirada, sin necesidad de gritar, el mago pleno es tal en serenidad, regido por discreto ethos en su cotidianidad, confiado de su interna e inquebrantable majestad, pues resguarda como el más valioso tesoro las revelaciones de la divinidad.
El mago debería, idealmente, vivir solo, pero esto no suele ser factible para todos, bien sea por la pareja, o la familia; esto supone un inconveniente del cual no se habla usualmente. Si comparte hogar con una familia grande puede verse obstaculizado para el apropiado ejercicio de su sacro oficio; si la pareja es hostil a tales prácticas, será difícil, e incluso imposible, ocultárselo, en base al inusual estilo de vida que lo caracteriza, lo que terminará convirtiéndola en antagonista del proceso transformativo. Aunque el mago puede ocultar su praxis fuera del hogar, se hace tremendamente dificultoso hacer lo mismo en su seno, esto obliga a que su familia acepte, con suma discreción, sus inclinaciones; se hace, por tanto, palpable el estadio ideal de la soledad, o con un muy reducido grupo familiar que no solo tolere, sino que apoye, sus empeños. Quien, de momento, no tenga estas condiciones, se verá imposibilitado de ejercer el Arte Mágico a plenitud, empero, podrá llevar a cabo sencillas practicas meditativas, e incluso dejar para exteriores rituales elaborados; resulta factible ejercer en el plano mental algunos ritos, pero esto requiere instrucción adicional, y tiene, lamentablemente, como requisito el tener experiencia material de los mismos, que luego es trasladada a lo sutil. Esto es similar a como un carpintero no puede ser tal sin su taller, es necesario crear las condiciones elementales.
El Arte no fructificará en ambientes hostiles y restrictivos, por tanto se hace menester que el individuo busque y cree las circunstancias plausibles para su ejecución. Tomando prestada la licencia benedictina, ya que ellos tomaron mucho de nosotros: Ora et labora.
Aunque inicialmente un pequeño espacio será suficiente, para erigir un altar que sirva de punto de enfoque a sus devociones, y prácticas ligeras, eventualmente será necesario, para el mago que busque con total entrega la elevación en los Misterios, así como la aplicación de ceremonias complejas, una habitación completa, dedicada enteramente a nuestro oficio hierático. Esto ha de tenerlo en consideración, como una meta a largo plazo. Una vez más, esto no es disímil a ciertas profesiones, u oficios, en los cuales son requeridas habitaciones singulares.
He hablado previamente, en el articulo de Minimalismo en el Arte Mágico, la importancia de aquel “menos es más”, y quisiera dedicar un pequeño espacio en el presente discurso para afianzar esa idea.
Una vida sencilla supone un beneficio inestimable para el practicante de esta sagrada ciencia, pues al ser reducidas las innecesarias complejidades de una existencia atareada por compromisos, triviales posesiones, lujos, y ataduras infructuosas, podrá dedicarse con holgura, y vivida concentración, a los asuntos de trascendencia, como las operaciones mágicas, adquisición de conocimiento, y la continua profundización, e interiorización, de los Misterios. Será sensato que el futuro mago, e incluso el ya encaminado practicante que ansíe sumergirse con mayor intensidad en la mágica corriente, sopese con severidad que de su vida es realmente necesario, y que supone una añadido vacuo, surgido de pobres reflexiones, inclinaciones superficiales, e influencia estética proyectada por la sociedad/familia que le rodea.
Haceros la ineludible interrogante: ¿Cuánto de lo que creemos, adoptamos, compramos, adquirimos, tiene un merecido y justo lugar en nuestras vidas? ¿Sería demencial preguntarnos si aquello que creemos insustituible y consustancial a nuestra existencia, lo es simplemente por una imposición mental de elementos externos, que son guiados por constructos, caprichos, y banalidades, cuyo único propósito es distraernos de lo verdaderamente relevante?
El mago camina despierto, mientras el resto del mundo permanece sonámbulo. Que su vida sea simple y real, no un complejo entrelazado de quimeras.
Parte de una vida sencilla no solo es el extirpar lo superfluo y nocivo, sino nutrirse de aquello que engrandece su cuerpo, mente, y espíritu. Que dedique múltiples momentos de su semana a rodearse de belleza, en forma de literatura, naturaleza, música, y arte variado, pues esto nutrirá su ser con la armonía; dejad que asista al museo y teatro, a la galería de turno, para exponerse a la hermosura que ennoblece los sentidos; por tanto, que evite lo que afee a tales manifestaciones artísticas, como la música moderna que invita al salvajismo, embruteciendo los procesos mentales, creando iletrados carentes de enfoque, hombres y mujeres de la peor casta. No olvidéis que la música es, en efecto, vibración, y que de acuerdo a sus sonidos armónicos, o la falta de estos, se determinará la calidad de los pensamientos.
Que tampoco se deje seducir por las Redes Sociales, que poco a poco contaminan al individuo con el atrofiamiento de su cabeza, y la perdida de la concentración.
Con una vida sencilla, llena de lo que verdaderamente corresponde integrar, nutriéndose con la belleza, y removiendo a todos aquellos falsos compañeros que solo le traerían extravió y ruina, el mago estará asentando sólidas bases para su éxito en la senda hierática.
Me queda, luego de estos pormenores pragmáticos, que preparan el terreno para lo venidero, referirme a unos pocos agregados.
Aunque resulta popular a día de hoy entregarse de lleno a la adoración de alguna entidad, sea dios, ángel, o daimon, que el mago este prevenido, y no rinda irrenunciable devoción a ser alguno hasta que se pruebe la receptividad benéfica de la fuerza, así como la compatibilidad mutua. Los compromisos en la Otredad son tomados con férrea voluntad, y siendo que un mago es su palabra, no será apropiado que jure a cierto poder, con el sagrado establecimiento de un altar, para luego darle la espalda, al descubrir que no resulta afín a su búsqueda. Pueden establecerse alianzas circunstanciales, de mutuo beneficio, sin necesidad de erigir un altar, acto que supone no solo un afán directo, sino un compromiso y desgaste a mediano y largo plazo; edificar un altar es un sacrificio, que no debe tomarse a la ligera, como lamentablemente es asumido en la modernidad.
Que prefiera, inicialmente, libros que le otorguen un contexto histórico, académico, y cultural, del sistema que desea practicar, no abalanzándose inmediatamente a la practica de grimorios, o tomos modernos, que vayan de lleno al ejercicio ritual, pues necesita tener fundamentos teóricos sólidos que le ayuden a no extraviarse, y discernir apropiadamente la viabilidad de algún esquema mágico. La existencia en esta época de tan fácil acceso a muchas prácticas mágicas, hace que sea sumamente necesario el discernimiento, para evitar engaños, malinterpretaciones, y desvíos inútiles. Mis estudiantes cercanos saben las extensas sesiones que dedico a la teoría, antes de avanzar a los aspectos de praxis ceremonial, a sabiendas que, sin una fundación intelectual, nada podrá fructificar de forma provechosa. Sin embargo, tampoco se convertirá en un mago si solo lee y no aplica, le servirá tan solo para transformarse en un “ocultista de sillón”, con mucho que decir pero nada que demostrar; deberá equilibrar siempre teoría y práctica, pues el conocimiento que no se ejecuta en la realidad material se pudre, como sucede con las aguas estancadas.
Referente a libros, siempre habrá fuentes primarias, secundarias, y derivadas. Las llamadas fuentes primarias se refiere a los autores antiguos, vigentes en una época pretérita especifica, que de primera mano escribieron sobre asuntos mitológicos, mágicos, históricos, religiosos, o filosóficos; e.g. Homero, Estrabón, Proclo; su lectura puede resultar difícil, y para el que apenas inicia suelen ser densos, por lo que se recomiendan las fuentes secundarias, también llamadas fuentes académicas, que, como su nombre delata, suponen el análisis prolijo de un autor instruido sobre una fuente primaria, o periodo histórico valioso para el mago; finalmente, tenemos los libros derivados, usualmente escritos por practicantes, o comentaristas, cuya lectura puede ser más asequible, aunque existen siempre excepciones. Los tres tipos son útiles, en diferentes etapas del camino, y aunque las fuentes primarias pueden ser complejas, bien sea por traducciones rebuscadas, o estilo arcaico, el practicante en algún momento deberá sumergirse en ellas, siendo inevitable su encuentro. Se recomienda que el mago se instruya en otros idiomas, cuanto menos el inglés, la actual lengua global, pues muchos libros útiles no están traducidos al castellano; cierto conocimiento de latín, griego, y hebreo, resultará necesario, e ineludible, en estadios avanzados del recorrido sacro. Estudiar otros idiomas tendrá, como bien recibida consecuencia, ampliar su mente y modos de pensamiento.
Finalmente, debo recordarle al lector, y mago en gestación, la elevadísima importancia de una de las virtudes cardinales: la moderación.
Vivimos en un era de extremos, al ver fugazmente las redes digitales podemos encontrarnos con un enfrentamiento atroz entre posiciones irreconciliables, esto puede deberse bien sea al anhelo por llamar la atención, gracias a posicionamientos radicales, lo que contribuye a la ansiada “viralización”; o a un profundo desbalance interno, causado, precisamente, por una carencia en mesura, prudencia, y equidad. Es blanco o negro, frío o caliente, no hay puntos medios. El extremismo es la norma; algo peligroso para quien pretende elevarse hacia los dioses, no siendo esclavo sino rey.
Para los griegos, y particularmente para los filósofos de las variadas escuelas, que aunque disimiles en otros postulados compartían este principio, la moderación era la más importante de las virtudes humanas y divinas; gracias a ella casi cualquier mal puede ser evitado, y de aplicarse apropiadamente no existirían siquiera las guerras, pues los hombres serían regidos por una bendita templanza en sus ambiciones, que son, en última instancia, la causa primera de las matanzas. Queremos entregarnos a los excesos al comer, beber, tener relaciones sexuales, darnos al ocio, e inclusive en tareas aparentemente inocuas, como trabajar, ejercitar, e incluso ritualizar y adorar; en Japón llaman karoshi a los fallecimientos por fatiga laboral, evidenciando que un empeño que puede ser positivo en instancias comedidas, podría devenir en un destino fatal; y es que, hasta beber agua en demasía, aquel liquido bendito, puede causar envenenamiento (por hiperhidratación).
Cuenta la leyenda oriental que Siddharta Gautama, el más famoso de los Budas, se entregó inicialmente a las más arduas austeridades y auto-mortificaciones de los grandes ascetas indios, privándose de toda clase de alimentos, consumiendo solo algunas semillas y bebiendo únicamente el rocío de la mañana, practicando una meditación ininterrumpida el resto del día. Tal régimen excesivo lo llevó a un estado deplorable, consumiendo la vitalidad y salud de su cuerpo, llevándolo a una delgadez horrorosa; este insano debilitamiento le hizo caer en cuenta que el camino de la privación absoluta no era el adecuado, y que a través de él no sería conducido a la plena realización, por lo que decidió finalmente encontrar su propio sendero, estableciendo lo que llamó el madhyamā-pratipad [Camino del Medio], una respuesta serena a dos extremos que Siddharta había experimentado directamente, i.e. los excesos de lujo y placeres de su juventud principesca, y el ascetismo radical. Ninguno de los dos podría guiarlo al Nirvana.
Al igual que el Buda Gautama, no llegaremos a la perfección en el sendero mágico occidental, si no practicamos una prudente moderación, que nos otorgue una vida pausada y equilibrada, teniendo así sabiduría en la toma de decisiones, así como al enfrentar los usuales retos cotidianos. La semilla, después de todo, muere en sequía y con exceso de irrigación.
No es coincidencia que la carta del tarot XIV La Templanza, que corresponde a la letra hebrea Samekh, este asociada al Agathos Daimon, o Santo Ángel de la Guarda, el guía por excelencia del practicante, quien funge de mediador principal con las deidades y entidades varias; en efecto, parece evidenciar, en lenguaje simbólico, como la moderación es la llave para el perfeccionamiento que lleva al contacto con lo divino, que direccionará al practicante a la consecución de su Gran Obra personal.
Naturalmente, no estamos hablando de una moderación licenciosa, sino una moderación inteligente, con ello quiero decir que no se trata de un balance entre lo incorrecto/insano y correcto/saludable; no es ir de fiesta voraz el viernes y entregarse a la meditación religiosa los sábados; beber licor hasta caer en ebriedad y luego consumir solo agua; comer alimentos perjudiciales y luego atiborrarnos de ensaladas. Es ilógico que quien pretenda alcanzar el desarrollo espiritual se de permiso para acometer actos que lesionen su cuerpo y mente; me refiero, por supuesto, a una moderación entre elementos siempre beneficiosos, lucrativos, y sanos, sin llevarlos al exceso. Incluso el practicante que se arroje a la meditación, devoción, y ejercicio ritual, ha de darse momentos para escuchar música llena de hermosura, que nutra deliciosamente sus sentidos, o leer un libro útil, no necesariamente ligado al Arte, que sirva para proporcionarle mejores herramientas a su mente; un arduo día de trabajo puede ser compensado con una visita al museo, o a la montaña.
Hablando de asuntos mágicos, el mago no puede pretender ser integro, pleno, si solo se dedica a las artes infernales/ctónicas, desconociendo el mundo empíreo y estelar; y viceversa, aquel que únicamente trabaje con fuerzas celestiales, no podrá obtener el valioso conocimiento de los Poderes telúricos y elementales. El individuo que ansíe alcanzar la maestría en el Arte Hierático ha de transitar, siguiendo aquel viejo principio, con su cabeza entre las estrellas, y sus pies en las profundidades de la tierra; viajamos como aquella majestuosa diosa triple, entre el Olimpo y el Tártaro.
Tal es la clase de templanza en las acciones que es adecuada.
Mi padre en su senectud, que brille sobre su espíritu el fuego de los sempiternos dioses, solía decirme que siempre tomase las cosas con calma, sin grandes apuros; no resulta sorpresivo que, en muchas ocasiones, haya desestimado este consejo, en mis verdes afanes perfeccionistas, empero, con el paso del tiempo puedo darme cuenta que es parte de aquella sabiduría que solo Saturno, ya al final de la vida, otorga, y que, a través de sus heraldos de grises cabellos, sus hijos predilectos, nos intenta transmitir, muchas veces de forma vana, pues cerramos nuestros oídos a su auxilio. Que el juvenil vigor, compañero de Marte, no nos ciegue, y en nuestra vitalidad sepamos el valor de la templanza, pues nos garantizará no solo una vida sosegada y feliz, sino que arará el fértil campo para la verdadera magia, aquella de Medea, Empédocles, y Apolonio.